domingo, 25 de enero de 2009

Séptimo día

Acecha la oscuridad tras cada nuevo paso, y por mucho que llevemos el mechero encendido, esta lumbre apenas ilumina. Tergiversamos, entonces, cada arista en esta penumbra, y de cada sombra surge un monstruo que, al llegar a su altura se esconde, y ya agazapado, se transmuta en algo cotidiano, por ver si así nos da vergüenza. Huye el miedo para regresar al instante acompañado de la nueva silueta que se vislumbra en medio del camino. Y vuelta a empezar en este juego del escondite, tan adulto, que ya no tiene la gracia que solía.


Me acusas de mentirte y no me defiendo, porque la mentira hizo cobijo bajo mi piel, tanto tiempo, que ya no sabría reconocerla aún si la viera frente a mi recién levantada, todavía con el maquillaje de la noche anterior. Por la mañana temprano todos los cisnes son patitos feos, yo el primero, aunque lo de cisne se lo dirás a todos, chula. Te crees que no puedes fiarte (de mi) porque no te digo la verdad, pero vamos a ver, que yo creía que lo nuestro era un acuerdo tácito, ya sé que los cuentos de hadas se los inventó un señor con barba, y que por mucho que me esfuerce después del verano seguiré chapoteando en la misma charca (nada de ir al lago) pero con todo y con ésas, para qué quieres que te diga lo que ya sabes. Déjame engañarme.


Por la mañana temprano es la hora de pensar sin esforzarse, de tomarse un café con leche calentito con lo que se tercie, y más hoy que es el séptimo día de la semana, y en el calendario lo han vestido de rojo. Si es domingo es que no trabajo, por éso va a ser que no encuentro un clavo al que agarrarme.


Ya sé que a veces pierdes la paciencia, yo también, pero vuelvo a encontrarla en cuanto veo fruncirse el ceño. Desatar huracanes no está bien si después se escapan por entre los dedos. Hay que cazarlos y ponerlos cara a la pared, que reflexionen sobre lo que han hecho, y que prometan no volver a hacerlo. Un besito, sana, sana, y ya está todo olvidado hasta la próxima.


Y te sigo queriendo, a pesar de que te defraudo los días impares, o a lo mejor es precisamente por éso. Los pares me quieres un poco más, y yo a ti también, pero menos que mañana. Quise decirte cada noche te quiero, pero me respondiste que con tanto repetirlo pues que ya no te decía nada. Las palabras se gastan, quién me lo iba a decir, así que ahora sólo te digo que te quiero muy bajito que no tiene nadie porqué enterarse, que son cosas nuestras.

Cuando pregunto si estoy bien peinado, las chicas monas y listas me dicen que sólo se fijan en mi inteligencia, así que me rio como un bobo del montón. Por la mañana temprano a veces se me olvida peinarme, y si es domingo, se me pasa el día y no me levanto. Cuando pase la medianoche cumpliremos ocho citas, y ya podemos dejar de contar los días, pero no nos adelantemos, que vete a saber tú.

1 comentario:

  1. Septímo día para darle una tregua a los seis que pasaron, o como concluyes,,quien sabe si a los seis próximos.....
    Un saludosssss

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