Si fuera un capitán pirata como lo imaginó Espronceda, a cambio de tu mirada empeñaría mi barco y cambiaría mis cañones por un par de zapatos que regalarte. Pero en este asfalto no riela la luna, ni hay presa a quien gritar sobre tesoros y dioses.
Si acaso hubiera sido Morfeo, el rey del sueño que reescribió Neil Gaiman, renunciaría a la eternidad por pasar la tarde contigo. Pero no tengo llaves ni reino que cerrar esta noche de verano, y soy tan mortal como cualquiera, sólo mi amor por ti es de otro mundo.
Si es que fuera un mosquetero de la Francia que se inventó el señor Dumas, traicionaría al rey y a la reina, a la patria y a la bandera, por amanecer colgado de tu sonrisa. Pero ya ves, no tengo espada ni cardenal Richelieu contra quien conspirar.
Y si fuera Alonso Quijano, el Caballero de la Triste Figura al que dió vida Cervantes, ya sabes que tú serías mi Dulcinea, y que no habría gigante que se me resistiera si se pone en el camino. Pero yo no tengo escudero, ni lanza en astillero, ni rocin flaco, ni galgo corredor.
No soy ninguno de ellos, y soy todos a la vez, porque cuando los leí por un momento viví sus vidas. Pero no responde la cuestión. ¿Que qué haría por ti cuando sólo soy yo?. Pregúntame mejor qué es lo que no haría...