viernes, 27 de febrero de 2009

Pero no pudo ser

Pensé en no dejar que entre tus labios y los míos se enfriara el aire, en abrazarte desnudo desafiando a la luna, y sentir tu piel contra la mía, sentados el uno frente al otro muy cerca, mis ojos clavados en los tuyos. Pensé en detener el tiempo en el instante en el que... Pero no pudo ser. Tú viniste cansada y te acostaste temprano, y yo me quedé lavando los platos.

Quise romper las reglas, olvidarme del resto del universo, deshacer todas las injusticias de este mundo en un único gesto. Un gesto de amor tan sublime que... Pero no pudo ser. Se puso a llover y yo no tengo paraguas, que lo empeñé el otro día, cuando se me perdió el chubasquero.

Pretendía escribirte el mejor poema de amor, que mis palabras hirieran tus sentimientos más secretos, que cada verso sanara tu alma, que el infierno y el cielo se juntaran en cada sílaba... Pero no pudo ser. Se me olvidó que era lunes, y yo los lunes tengo mal día para la lírica.

No pudo ser porque soy alérgico a la kriptonita. No pudo ser porque mi religión me lo prohibe. No pudo ser porque estoy de trabajo hasta arriba y oye, que los sábados no tengo yo ganas de nada. No pudo ser porque ya verás tú cuando seas padre. No pudo ser porque lo digo yo y basta. No pudo ser porque las motocicletas, las vacaciones y el otoño me han desconcentrado. No pudo ser, hostias. No pudo ser, que no estoy yo muy católico. No pudo ser, ni preguntes. No pudo ser.

Pensé-que-quise-pretender-decirte-lo-que-te-quiero. Pero no me salió. Escribí esto otro, ya me perdonarás, si ya sé que mejor hubiera estado... no sé, una carta de amor, un manifiesto poético, o un chiste de Lepe. Pero no pudo ser.

miércoles, 25 de febrero de 2009

Muchas Gracias.

A los que se hicieron llamar amigos y me vendieron por mucho menos que treinta monedas, muchas gracias por hacerme distinguir a aquellos que de verdad merecían serlo. Los que me fallasteis, y ni siquiera os asomó el arrepentimiento en vuestra falsa mirada, sabed que me enseñásteis aquello en lo que no consiste la amistad. Ahora ya sé vislumbrarla (un poco) mejor.

A los que me miraron - y me miran - por encima del hombro, a los que nunca dieron un duro por mi, a los que se rieron de mis sueños y proyectos, a todos ellos: muchas gracias, porque quizás teneis razón y probablemente jamás se cumplan, pero me hicisteis ver que para cumplir mis metas tendré que esforzarme, superar obstáculos y lamerme las heridas de vez en cuando. Ahora sé que el éxito (que sigue igual de lejos que siempre) en esta larga travesía que es la vida no vendrá sin pedir nada a cambio. Y también que los sueños cambian con el tiempo, y no siempre se vende uno por ello.

A ésos, o a ésas, a los que un chico andaluz y con gafas les parecía algo cómico, una decepción, un disgusto, a ésos... bueno, a ésos que les den por culo. Y, en fin, gracias por dejarme ver lo patético que puede llegar a ser el ser humano.

A las mujeres que me rompieron el corazón, a ellas les tengo que agradecer especialmente su rechazo, porque así me pudo curar el alma una morena de ojos verdes... (aunque cuánto dolió la soledad durante algún tiempo).

A los que me hicieron llorar, a los que me hicieron daño, a los que me olvidaron, a los que me pusieron la zancadilla, a las que llenaron de tristeza alguna que otra noche (muchas), a todos ellos y ellas, muchas gracias por hacerme el hombre que soy, con todos mis defectos y virtudes, mis verdades y mis mentiras. Gracias por hacer de ésto un viaje cuanto menos entretenido. Sé que me encontraré con muchos como vosotros en lo que nos queda de camino, pero ya nos vamos conociendo.

Y a los demás, bueno, a los demás os lo cuento otro día.

viernes, 20 de febrero de 2009

Eres una ingrata...

Eres una ingrata. ¿Cuántas noches me he pasado haciéndote compañía, acariciando tu cuerpo con tanta delicadeza, con tanto cariño? Y tú me lo pagas ignorando mis desvelos, quejándote cuando al tocar tu talle la pericia no me acompaña.

Te has empeñado en negarte a hablarme con la dulzura con la que hablas a otros. Ya sé que no soy yo tu sueño ideal, pero (iluso de mi) pensé que podría sustituir mi falta de talento con devoción y cariño. Pero ya no me engaño. Sé que echas de menos unas manos firmes y expertas que te dominen y saquen de ti aquello para lo que fuiste hecha. Añoras esas manos, esos dedos que se deslicen a lo largo de tu piel, que te hagan disfrutar todo lo que yo no he sabido. Sé que quieres susurrar palabras de amor, cantar a pleno pulmón el himno más salvaje, bailar bajo la luna hasta que desfallecidos nos tumbemos en la arena, balancearte bajo el sol del principio del verano. Y yo jamás podré darte todo éso, ahora me doy cuenta. O quizás siempre lo supe y me engañaba a mi miso.

Pero olvídate de todo lo que podría ser pero no será. Voy a ser cruel, voy a ser egoísta. No dejaré que te alejes, no me separaré de ti, seguirás entre mis manos, te guste o no. Quizás no soy justo, pero al fin y al cabo, la vida no lo es nunca (salvo en el instante eterno del amor correspondido). No me hago ilusiones, no te echo a ti la culpa (aunque recuerda que viniste a mi de otras manos, te abandonaron por otra mejor).Yo te acogí con todo el cariño y toda la ilusión. Entraste en mi casa y ocupaste el mejor sitio. Te enseñé orgulloso cuando aparecía alguna visita. Te senté en mis rodillas y tarareé contigo mis canciones favoritas. Nunca pensé en sustituirte, como tú me cambiarías sin pensarlo por otro dueño. Así me lo pagas. Eres una ingrata.

Guitarra desagradecida.

martes, 17 de febrero de 2009

B.S.O.

Si mi vida fuera una película, se publicaría directamente en DVD. Y tendría gracia, yo que nunca llegué a aprender a programar el VHS, e insisto en decirle al del videoclub que le devuelvo la peli rebobinada.

La película no tendría mucho éxito, no te quepa la menor duda, sobre todo si salgo yo como actor. Seguro que no me meto en el papel. Pero oye, si el guión no es bueno, siempre nos queda la fotografía. A Bogart le quedaba Paris, pero era en blanco y negro. Ahora las peliculas son en color y se llaman films, como el rollo de plástico transparente que tengo en el cajón de la cocina. Mi película también sería un rollo, como el del cajón, pero de otro tipo.

Lo que no sería un pestiño sería la música. Las canciones que me han acompañado, las que me han inspirado, las que me han deprimido, todas saldrían conmigo, con sonido surround, en estéreo, y alta fidelidad. Que digo yo, que tanta fidelidad no habrá, que algunos cuernos habrán caido. Pero no me hagas caso, que me disperso.

Springsteen tendría que estar allí, y sonar Because the Night en el radiocasete del coche de mi padre, mi pobre padre que es tan de Juanito Valderrama aguantando los gustos rockeros de su hijo. Y después escucharíamos Born To Run, el primer vinilo que compré, Cover Me, The Rising, todas las canciones que ya están bajo mi piel por siempre. Y por supuesto tu Secret Garden, porque sigues teniendo tu jardin secreto, aquel donde no puedo entrar, tu rincón privado, aquel sitio tan tuyo y tan íntimo, un lugar tan privado, que por mucho que conozca tu corazón, no puedo encontrar.

Los Rolling Stones, los AC/DC, los Deep Purple, los Rainbow. Todos aquellos rockeros que nunca mueren. Y además, literalmente. Los Beatles no eran tan rockeros, por éso la han ido palmando.

Aquella canción de Silvio Rodriguez que nunca he entendido, Óleo de una mujer con sombrero, pero que sin hacerlo, me ha desbordado con su belleza tan lírica. Las canciones del Sabina con sus versos callejeros y sus malas maneras. Serrat y el sueño de una generación, que aunque anterior a la mía, siguió perviviendo en canciones que nunca mueren. Su Señora, y la versión de los Enemigos, que parece que se hizo para nosotros, para ti, para mi y para tu señora madre.

Loquillo y los Trogloditas, en mi adolescencia, las primeras cervezas, y las segundas, y las terceras. Extremoduro a los veinte años, cuando los amores eran tan trágicos, y la vida tan amarga que hasta mis poemas valían la pena. Y jamás olvidarme de Summer of 69, que ya siempre eres tú. Es tu sonrisa. Son tus ojos.

Mi amigo Brian es para siempre Van Morrison. Mira que morirte, inglés idiota. Me gustaría creer en la vida eterna para pensar que voy a verte otra vez, y que así me devuelvas las lágrimas que derramé por ti. Y después nos reiremos, porque ahora le veo la gracia. Que nos la jugaste a todos hasta el último día, mira que eres hijodeputa, amigo mío. Ahora nuestra amistad se ha quedado congelada en el tiempo.

Tantas canciones, tantos cantantes que no nombro.

Cada momento tiene un acorde. Cada vivencia, cada persona que conocí, cada amigo que perdí, cada traición, cada amor, cada esperanza, cada lágrima, cada risa. Todo tiene su banda sonora. Los rechazos, los abrazos, los fracasos y los éxitos. Los entierros y los bautizos, las bodas y las juergas los sábados por la noche. Las películas de madrugada con subtitulos, los nervios de antes de un examen. Mi madre, mi hijo, tú. Despertarme por la mañana y encontrarte. Llorar en el cine, aprovechando que está oscuro, que uno es muy hombre y los hombres no lloran. Reirme solo viendo los payasos en la tele. Bailar contigo, yo que no bailo porque me lo prohibe mi médico. Yo que sólo se bailar porque de algo hay que morirse. Todo tiene su B.S.O.

Pero es mi banda sonora. Original o no, qué más da.

Pero oye, que es tarde, rebobina la casete ésa y vamos pa la cama. Y guarda la guitarra. Esa guitarra desagradecida...

viernes, 13 de febrero de 2009

Nostalgia de la niñez

Hoy quiero volver a ser un niño, andar de la mano de mis padres, y balancearme mientras entre ambos me sujetan sin esfuerzo, yo con mi ropa de domingos, ellos con la sonrisa de fiesta. Quiero aprender, otra vez, a montar en bicicleta, y que mi madre sujete mi sillín y me prometa que no me va a soltar. Y que vuelva a soltarme. Quiero que, siempre ella, tiña de mercromina mis rodillas heridas de niño, mis codos, mi barbilla, que me consuele, que me limpie, que me peine, que seque mis lágrimas.

Quiero volver a pelear, en broma, con mi padre sobre la hierba verde y fresca del pasado. Quiero echar carreras con él en la playa, y que, otra vez, me deje ganar descaradamente. Quiero volver a comparar mi mano con la suya y comprobar que, aún y por siempre, es mucho más grande que la mía.

Hoy quiero retornar a la niñez, que mi madre me riña por no comerme la verdura, por correr y sudar, por mancharme, por mil pequeñas cosas, y que cuando llegue la noche, me cante aquellas canciones que nunca sonarán igual y, así, dormirme sin miedo a la oscuridad, y cuando me despierte, poder ir a su cama, acostarme entre mis padres, a salvo de todos los monstruos del otro lado del espejo, de todos los peligros y fantasmas que acosan la imaginación cuando el sol se oculta y aún eres un niño.

Hoy quiero volver a heredar la ropa de mis primos, vestir los pantalones cortos que nunca me gustaron, ir al cine con mi padre por las tardes si fuera sábado, con mi madre los domingos por la mañana. Gritar BIEEEEEEEENN cuando los payasos de la tele me pregunten cómo estoy, irme a la cama cuando la película tenga un rombo, cruzar la calle de la mano de mi padre y por el semáforo, pasarme el día en el suelo, amaestrando hormigas, capturando grillos.

Ahora que ya no puedo sentarme en las rodillas de nadie, ahora que ya no necesito que me expliquen otra vez de dónde vienen los niños, ahora que no me despierto con la misma ilusión el día de reyes, ahora que ya no me asusta mirar debajo de la cama cuando el sol se pone. Ahora que la nostalgia me ha invadido, ahora que mi alma se ha teñido de melancolía por un tiempo que se fue para siempre, ahora que sólo me consuela la ilusión de que nuestro pequeñajo sienta alguna vez esta añoranza, dentro de muchos años, y quiera recordar como hago yo ahora una época que tenía un color diferente, un olor, un sabor y un tacto distintos.

Si es así, si nuestro hijo recuerda su infancia con la mitad de esta triste alegría con la que recuerdo yo la mía, significará que no lo hicimos mal del todo. Entre tanto, déjame hundirme un poco en esta nostalgia, que ya después saldré a flote, y seguiré con mis sinsentidos.

lunes, 9 de febrero de 2009

V.O.S.

Cuando te digo que te quiero, te estoy diciendo que cuando no estás me muero un poco, y que cuando vuelves los barrotes de mi cárcel (aquella que te dije) dejan de existir. Cuando te digo que te quiero, te estoy diciendo que todo mi mundo se reduce a lo que abarque tu mirada, que dejaría de lado ideas y posesiones para estar a tu vera, que traicionaría a amigos y familia sólo por ti.

Cuando te digo que te quiero te estoy diciendo mucho más que dos palabras, estoy resumiendo el universo en el espacio que queda entre tu boca y la mía. Cuando te digo que te quiero debería pararse este planeta infame y guardar un silencio devoto, porque todas las religiones del mundo dejan de existir porque tú estás aquí, a mi lado. Cuando te digo que te quiero, te estoy diciendo que bajaría al infierno a por ti, y que si acaso no te pudiera traer conmigo, contigo me quedaría.

Cuando te digo que te quiero, no hay mañanas ni noches, no hay tardes, ni sol, ni luna, ni paseos en el parque, ni trabajo, ni siestas los domingos, ni televisión, ni cine, ni teatro, ni padre, ni madre. Cuando te digo que te quiero, todo lo que no eres tú ha dejado de tener forma. Cuando te digo que te quiero, ya no hay nada más que hacer, no hay futuro, ni pasado, y por supuesto el presente nunca asomó su cara por esta casa. Cuando te digo que te quiero, ya nada tiene sentido, sólo tú, y sólo yo.

Cuando te digo que te quiero, ya no hay música, ni pájaros cantando, ni perros que ladran, ni trenes que se pierden en la oscuridad de unos fanáticos, ni lágrimas, ni risas. Cuando te digo que te quiero, ya no hay culpas, ni remordimientos, ni nada que ocultar. No hay canciones en la radio, ni llamadas a medianoche. No hay viajes a urgencias, ni cervezas con los amigos, no hay cafés con leche, ni el primer cigarro del día. Cuando te digo que te quiero te estoy abriendo mi alma una y mil veces.

Pero cuando te digo que te quiero, no te enteras. A lo mejor te lo subtitulo la próxima vez.

domingo, 8 de febrero de 2009

Mala Persona

Hay veces que soy una mala persona. Otras, soy un poco más feliz.

Hay momentos en que la desazón no me deja respirar, en que el aire se solidifica a mi alrededor, aprisionándome, como rejas de una prisión. Hay veces que soy tan tonto que pienso que, alguna vez, todos nos hemos sentido así. Pero después me sacudo las ideas un poco, y veo claro (otra vez) que yo no soy como todos. Ni siquiera soy especial.

No siempre soy el mismo. Y ahora que me sincero, es demasiado tarde, porque ya he dejado de fiarme de lo que escribo. Ya no sé si lo que digo es mentira, o efecto de la melanconlía, pero una cosa está clara: no puede ser verdad, porque en estos tiempos que corren nada es cierto. Y ésto que aquí queda, escrito y grabado para la posteridad, lo pongo ante notario, que es el único que da fe, al menos desde que la iglesia de la esquina cambió las velas de toda la vida por bombillitas a diez céntimos la plegaria. Será que la cera está cara, y los milagros hay que amortizarlos.

Pero que no me disperse, que este asunto es serio, así que déjame que me ria un rato. Principalmente de mi, que soy el protagonista de esta torpe historia. Y es que este guión comenzó hace tan poco, (si fue el día después de que acabara el pleistoceno) que aún tengo cuerda para rato, aunque creo recordar que nunca me di más de una semana.

No te fies, de todas formas, que mi cabeza no está para mucho esta noche, ya te dije que hoy no soy una buena persona. O no te lo dije, que las confesiones no son lo mio, ya sabes, siendo ateo y todo éso...

En fin, ya está dicho. Hoy es una de esas veces, así que no te acerques mucho.

Ahora sólo queda pedir perdón. Éso lo haré mañana, o mandaré un SMS. No sé.

miércoles, 4 de febrero de 2009

Yo no acuso, sólo me rio.

Debería acusar, pero me da la risa. A ver, qué quieres que te diga, si ponerme serio no me sale, y además, que es que se me nota, que no me lo creo ni yo, que tú misma me lo dices: "que no te pega". A ver, qué quieres que te diga, si es que hay pocas cosas que valgan la pena ponerse solemne, y más desde que se me pasó lo de creer en dioses y en demonios. Ahora ya, más que creer, sospecho. Serán los años. O la tripa. Igual es la tripa.

Debería acusar a más de uno, pero total, si les va a dar igual. Y además, que les da lo mismo, que el que ha nacido malo, malo se va a quedar. Si aquí, como en todas partes, hay mucho mal nacido, y a la que te descuidas te han guindao el reloj, la cartera y el peluquin. Pero en fin, qué se le va a hacer. Al menos no llueve. Bueno, vale, que sí, que llueve.

Debería intentar hacer algo al respecto, acusar a alguien, no sé, poner las cosas en su sitio. Y sobre todo, no perder el tiempo. Pero por más que lo intento, este instante termina por irse, y ya no puedo encontrarlo ni siquiera debajo del sofá, que es donde aparecen todos los chupetes perdidos del niño.

Este instante es escurridizo, y éso que nos conocemos de toda la vida, este instante y yo, pero él sigue haciendo como que no me conoce. Será que es tímido. O será que no era éste, sino el que viene por allí, si es que se parecen tanto, a ver si son familia.

Debería dejar de reirme de las cosas serias, pero no puedo, que hay que esperar un par de horas a que se pase la digestión, y después ya puedo poner el gesto grave, y acusar a alguien, o a algo. No sé de qué, pero vaya, que cosas que echar en cara ya lo creo que hay. Más que bares.

Y gente a la que acusar, fíjate. Que levante la mano al que alguna vez le hayan acusado de algo. Ya ves, aquí mismo, de tres que somos (tú, yo y este instante), a dos nos han sacado los colores.

Pero es que yo no acuso, que debería, yo sólo me rio. Dejo lo de acusar para los que lo tienen claro, y yo no lo tengo, que a mi se me emborrona la vista a esta hora. Ahora mismo los duendes están pintando nuestros sueños de verde, y yo aquí tan despierto. Se ha hecho muy tarde, ya, y yo que mañana tengo que volver a barajar las cartas para echar otra partida.

¿Y si mañana nos quedamos en la cama? Nada, por echarnos unas risas. Ya sé que no lo haremos, si nos conocemos demasiado, pero al menos, déjame que me lo imagine.

Ya está.

Oye, valió la pena.