Si mi vida fuera una película, se publicaría directamente en DVD. Y tendría gracia, yo que nunca llegué a aprender a programar el VHS, e insisto en decirle al del videoclub que le devuelvo la peli rebobinada.
La película no tendría mucho éxito, no te quepa la menor duda, sobre todo si salgo yo como actor. Seguro que no me meto en el papel. Pero oye, si el guión no es bueno, siempre nos queda la fotografía. A Bogart le quedaba Paris, pero era en blanco y negro. Ahora las peliculas son en color y se llaman films, como el rollo de plástico transparente que tengo en el cajón de la cocina. Mi película también sería un rollo, como el del cajón, pero de otro tipo.
Lo que no sería un pestiño sería la música. Las canciones que me han acompañado, las que me han inspirado, las que me han deprimido, todas saldrían conmigo, con sonido surround, en estéreo, y alta fidelidad. Que digo yo, que tanta fidelidad no habrá, que algunos cuernos habrán caido. Pero no me hagas caso, que me disperso.
Springsteen tendría que estar allí, y sonar
Because the Night en el radiocasete del coche de mi padre, mi pobre padre que es tan de
Juanito Valderrama aguantando los gustos rockeros de su hijo. Y después escucharíamos
Born To Run, el primer vinilo que compré,
Cover Me,
The Rising, todas las canciones que ya están bajo mi piel por siempre. Y por supuesto tu
Secret Garden, porque sigues teniendo tu jardin secreto, aquel donde no puedo entrar, tu rincón privado, aquel sitio tan tuyo y tan íntimo, un lugar tan privado, que por mucho que conozca tu corazón, no puedo encontrar.
Los
Rolling Stones, los
AC/DC, los
Deep Purple, los
Rainbow. Todos aquellos rockeros que nunca mueren. Y además, literalmente. Los
Beatles no eran tan rockeros, por éso la han ido palmando.
Aquella canción de
Silvio Rodriguez que nunca he entendido,
Óleo de una mujer con sombrero, pero que sin hacerlo, me ha desbordado con su belleza tan lírica. Las canciones del
Sabina con sus versos callejeros y sus malas maneras.
Serrat y el sueño de una generación, que aunque anterior a la mía, siguió perviviendo en canciones que nunca mueren. Su
Señora, y la versión de
los Enemigos, que parece que se hizo para nosotros, para ti, para mi y para tu señora madre.
Loquillo y los Trogloditas, en mi adolescencia, las primeras cervezas, y las segundas, y las terceras.
Extremoduro a los veinte años, cuando los amores eran tan trágicos, y la vida tan amarga que hasta mis poemas valían la pena. Y jamás olvidarme de
Summer of 69, que ya siempre eres tú. Es tu sonrisa. Son tus ojos.
Mi amigo Brian es para siempre
Van Morrison. Mira que morirte, inglés idiota. Me gustaría creer en la vida eterna para pensar que voy a verte otra vez, y que así me devuelvas las lágrimas que derramé por ti. Y después nos reiremos, porque ahora le veo la gracia. Que nos la jugaste a todos hasta el último día, mira que eres hijodeputa, amigo mío. Ahora nuestra amistad se ha quedado congelada en el tiempo.
Tantas canciones, tantos cantantes que no nombro.
Cada momento tiene un acorde. Cada vivencia, cada persona que conocí, cada amigo que perdí, cada traición, cada amor, cada esperanza, cada lágrima, cada risa. Todo tiene su banda sonora. Los rechazos, los abrazos, los fracasos y los éxitos. Los entierros y los bautizos, las bodas y las juergas los sábados por la noche. Las películas de madrugada con subtitulos, los nervios de antes de un examen. Mi madre, mi hijo, tú. Despertarme por la mañana y encontrarte. Llorar en el cine, aprovechando que está oscuro, que uno es muy hombre y los hombres no lloran. Reirme solo viendo los payasos en la tele. Bailar contigo, yo que no bailo porque me lo prohibe mi médico. Yo que sólo se bailar porque de algo hay que morirse. Todo tiene su B.S.O.
Pero es
mi banda sonora. Original o no, qué más da.
Pero oye, que es tarde, rebobina la casete ésa y vamos
pa la cama. Y guarda la guitarra. Esa guitarra desagradecida...