En esta tierra los peatones le perdieron la batalla al automóvil - al carro que dicen los latinos y los hispanos, que vienen a ser lo mismo digo yo - hace tanto tiempo, que ya es difícil saber cuándo un pueblo es pueblo y cuando es sólo un centro comercial.
Me insiste Anaid (que tiene un nombre de ésos que hay que recordar y que harían santiguarse a más de una cristiana vieja en la España profunda.), que tengo que hablar de ella en este blog, de cuya existencia cometí el pecado de hablar. Y es que tanto tiempo de abandono y cuando me preguntan qué haces para pasar el rato mi respuesta siempre es: leer y escribir. Pero escribir, ¿qué?, ¿de qué van estas líneas a veces tiernas a veces estrambóticas?... Y ahí me paro, porque lo de exorcizar los demonios interiores tiene demasiados "palabros" de chulo de bibilioteca, que son los peores, te los encuentras en un pasillo entre la Historia y la Psicología y allí te asaltan y a la que te descuidas te han citado incluso a Kafka, que para ser judío y checoslovaco era tan raro como sus historias...
Anaid no sé si es judía, pero sí que no es checoslovaca, es de Puerto Rico y vive aquí en los Estados Unidos, que el fin de semana que viene para mi dejará de ser aquí para ser allí. Para ella será siendo el mismo adverbio, para que veas lo que es la vida y la gramática, y lo que vale un peine, que en cuanto nos metemos en viajes ya no sabe uno a cuánto está el dólar, pero que lo que es caro, lo sigue siendo en inglés y en castellano.
Me dice que tengo que llevar a mi morena de ojos a verdes a ver el New York. Yo tampoco es que me oponga. Nueva York tiene esa virtud de nunca cansarte de verla cuando eres un turista. Que cuando vives allí, digo yo que alguna vez uno tiene que hartarse de tanto rascacielos y tanto Central Park, y lo que quiere es irse a tomar unas cañas a un bar de pueblo... lo malo es que en estos pais te pasas un pueblo en menos que canta un gallo, con esta falta de aceras que tienen, que a ver si les donamos unas cuantas, que en la vieja España otra cosa no, pero aceras, para dar y regalar. Vamos, digo yo.
Anaid (os diré un secreto, su nombre es Diana al revés, ¿a qué no habíais caido?, si es que hay que contároslo todo...) me cuenta todo ésto en casa de los Green. Jorge y Amaya viven en Berwyn y nos dejan quedarnos con ellos en su casa, una casa de ésas que te cambian el color... a verde de envidia. Y que también quieren ser mencionados. Como si ésto fueran las noticias del corazón...
P.S.-Me dicen que ésto que he escrito es muy soso, que no hay juego de palabras, que otras veces lo hago mejor, y cuando amenazo con borrarlo me contestan que no, que ya que lo he escrito...
Consejo a los críticos: Por mucho que os digamos que nos digáis la verdad, lo que queremos es que nos mintáis, y que cada vez os esmeréis más en el cuento chino que nos tenéis que soltar para decirnos que qué bien y que gracioso, y qué sensible y todas esas milongas que nos encanta creernos... a ver que os habíais creído. Ya en el próximo me esforzaré más, que ser escritor de encargo trae estos inconvenientes...